Niños esclavos
En la declaración de los Derechos del Niño, la Asamblea General de las Naciones Unidas, proclamó: “El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación”. “No será objeto de ningún tipo de trata.” Las conflagraciones se han cobrado dos millones de criaturas que han dejado de existir, seis millones de maltrechos y un millón de desabrigados, en los últimos diez años. En todo el orbe hay mas de 600.000 niños combatientes y, todos los años, exhalan el último suspiro, unos 10.000 chavales por las minas antipersonas.
África, que supone la quinta parte del universo, tiene un censo de 850 millones de aborígenes y alguna de las mayores urbes del planeta, los chiquillos son “forzados a ser soldado”, es la aclaración que aporta Fátima Miralles, doctora en Psicología.
El terruño de Sierra Leona ha vegetado, con horror, esta trágica calamidad. Chicos y mozas han sido encadenados, lacerados y vulnerados sexualmente para implantar en su corazón fobias y estímulo criminal. Obligados a ser espectadores del asesinato salvaje de parientes, espectadores del exterminio de aldeas enteras. Narcotizados con estupefacientes y para consumar maniobras sanguinarias. Pequeños que son instruidos para ser esperpentos humanos. La huella que persiste a estos chiquillos es el de una cadena perenne: “Yo no quería hacerlo”.
Aunque el alistamiento de menores de 18 años en las conflagraciones es un delito de guerra, Amnistía Internacional, revela que en más de 35 terruños las tropas, las resistencias paramilitares y las bandas rebeldes dotadas de armas, se apoyan en una milicia infantil que no ha cumplido las 15 primaveras. Se envía a los muchachos a la primera línea de fuego, imponiéndoles servir de vanguardia, guardaespaldas, cocineros, transportadores de munición, de agua o de manducatorias. Las chiquillas son las primeras lesionadas por los abusos carnales consumados por los reclutas. Algunas criaturas han tenido que pasar por las armas a integrantes de su propia estirpe y tomar parte en actos libidinosos y de canibalismo, bajo los efectos de bebidas etílicas o de estupefacientes.
Allí donde las acciones bélicas aumentan, casi todas las personas mayores han sucumbido por la guerra, la gazuza o las plagas. Sólo quedan los aprendices de soldado, y son ellos los que prolongan las batallas. En el cruento desorden que devasta a los países africanos, han aflorado decenas de miles de huérfanos, desnutridos y sin hogar. Andan a la caza de quién los mantenga y los ampare. Es una tribulación que se repite en muchas naciones del orbe, fuera del territorio tropical. Esto es una evidencia en la mayoría de los territorios en guerra.
CLEMENTE FERRER ROSELLÓ
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