Caras famosas
El éxito de la persona célebre y admirada es utilizada de forma reiterada para vender productos. Con ello, los creadores de mensajes intentan conseguir un doble objetivo; dar un mayor renombre al producto anunciado y utilizar el prestigio del famoso para lograr notoriedad. Un famoso con enorme popularidad confiere a lo que anuncia la dimensión universal de sus éxitos.
La actriz galesa Catherine Zeta-Jones ha cobrado más de 16 millones de euros por prestar su imagen a una marca de telefonía móvil, situándola en el primer puesto del ranking de afamados que más reembolsa por campaña publicitaria, según la revista Adweek. Las artistas como la estadounidense Angelina Jolie y la hawaiana Nicole Kidman, han percibido cerca de 10 millones de euros por exhibir una conocida marca de ropa y una marca de un famoso perfume. La norteamericana Jessica Simpson ha percibido más de 6 millones de euros por promocionar un tratamiento de belleza.
Por otra parte, la cantante estadounidense, Vellones Knowles, ha mudado de color para la campaña publicitaria de una firma de cosméticos; el futbolista brasileño Ronaldinho es el prescriptor de una empresa de fotocopiadoras; el diseñador alemán Karl Lagerfeld es el protagonista de la campaña de seguridad vial francesa; el actor californiano Josh Hartnett será el rostro de una marca de perfumes; la modelo inglesa Kate Moss, posa para una importante firma de lencería.
Si el comportamiento privado de un popular es incorrecto, cuando su ética y moral quedan en entredicho, es posible que su imagen quede dañada. Por ello, la imagen del producto queda perjudicada.
Todas las decisiones publicitarias que no se orienten al respeto de las personas y a la veracidad del mensaje son, a la larga, un fracaso. Y no hay que olvidar que la publicidad anuncia bienes y servicios, no figuras ni rostros.
CLEMENTE FERRER ROSELLÓ
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