Thursday, January 17, 2013
¿Toda la actividad del estado, política y económica, está sometida a la realización permanente del bien común?
¿Toda actividad del Estado, política y económica, está sometida a la realización permanente del bien común?
El hombre en sí mismo es un bien porque ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza. Tiene en sí mismo un valor que nada ni nadie puede ofuscar.
El hombre tiene inscrita en su misma naturaleza la necesidad de crear y mantener lazos de solidaridad con los demás hombres, de sentirse miembro de la gran familia humana.
La sociedad es el medio natural para que los hombres puedan alcanzar su fin, por lo tanto la vida en sociedad es un gran bien. Toda sociedad humana, toda organización social, tiene siempre un fin. Ese fin se conoce con el nombre de bien común.
El bien común general es la “suma de aquellas condiciones de la vida social con las cuales los hombres, las familias y la asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección”, ha declarado el Concilio Vaticano II.
Cuando alguien promueve el bien común se hace un bien a sí mismo. El bien común es el que unifica y consolida a la sociedad y de las personas que la integran. Tanto en las necesidades del cuerpo, como las exigencias del espíritu.
Tanto la sociedad civil, como las demás instituciones sociales son un medio, una ayuda para que las personas que la integran se perfeccionen no pueden ser un fin en sí mismas al que deba sacrificarse la libertad, la dignidad de sus miembros. Este principio defiende la centralidad del hombre en la sociedad.
Los medios que la sociedad pone a disposición de sus miembros para que éstos desarrollen al máximo sus cualidades; la verdad, la libertad, la cultura, la paz, la belleza, el arte… éstos conforman el bien común.
Al no afrontar los problemas sociales según criterios de justicia y moralidad, sino con criterios económicos e ideológicos, se está perdiendo en la sociedad la capacidad de decidir según el bien común: y esto está provocando, en la persona una creciente incapacidad para encuadrar los intereses particulares en una visión coherente del bien común.
Tenemos el deber de actuar, no de abstenernos, de prestar nuestra propia colaboración para servir con lealtad, y con libertad personal, al bien común.
“Toda actividad del Estado, política y económica, está sometida a la realización permanente del bien común; es decir de aquellas condiciones externas que son necesarias al conjunto de los ciudadanos para el desarrollo de sus cualidades y de sus oficios, de su vida material, intelectual y religiosa”, afirma Pío XI.
“El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección”, asevera Juan XXIII.
Clemente Ferrer
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