Castrar a los violadores
La esterilización química merecería ser explicada como un tratamiento para eludir la obtención de testosterona y la vehemencia carnal impulsiva de los violadores libidinosos.
Desde la óptica corporal, es lo análogo a seccionarle las zarpas a un cleptómano. Así lo aclara Ignacio Moncada, urólogo del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. “La testosterona también tiene una función en muchas partes del organismo y, si se elimina, la pérdida de masa ósea y el deterioro corporal sería muy grande. Es un castigo físico”.
Por su parte, el Gobierno de Zapatero mendiga procedimientos para reprender con más inclemencia a los facinerosos carnales, los más rebeldes para rehabilitarse. El ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, apoyó “introducir la posibilidad de utilizar productos químicos inhibidores del impulso sexual”, dijo a RNE.
Bermejo pugnó esta proposición como un atajo para impedir que los valentones sexuales repitan. Es una cuestión compleja, reveló. En cualquier caso, defendió “dejar abierta la posibilidad aplicar de este tipo de técnicas” si con ello se evita que, un degradado sexual, torne a violar”.
Soy partidario de no mutilar a ningún ser humano. Sin embargo, acepto la cadena perpetua para los reincidentes.
“No combatir la violación sexual es la cobardía de los tiranos ya que, la violencia, no deja de tener un cierto parentesco con el miedo”, afirma A. Graff.
CLEMENTE FERRER ROSELLÓ
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