"El secreto de Puente Viejo", un culebrón pornográfico, erótico e irreverente

“El Secreto de Puente Viejo”, un culebrón pornográfico e irreverente Según el último “ranking” de la revista Supertele, la telenovela “El Secreto de Puente Viejo”, emitida por Antena3, de lunes a viernes a las 17,30, tuvo una audiencia de 2.960.000 telespectadores y un 27,6% de la cuota de pantalla, La erótica e irreverente serie está ambientada a finales del Siglo XIX. Se trata de una telenovela o serie pero que, es un auténtico culebrón por mucha audiencia y cuota de pantalla que haya alcanzado, es un ataque a la Iglesia Católica exhibiendo escenas como una misa concelebrada por tres sacerdotes. Uno de ellos en la homilía, critica a otro de sus concelebrantes que, salta contra el predicador ya que descubre sus acciones poco limpias, desde el punto de vista económico y la explotación del trabajo infantil. Acaba, delante de los fieles, con una reyerta, se arrancan, mutuamente, los ornamentos sagrados. Uno de ellos abandona la vocación sacerdotal. Por otra parte, también son frecuentes las escenas de sexo explícito, violaciones y contubernios. Una sociedad degradada que intenta guardar las formas. Es un culebrón, irreverente, zafio, erótico y profanador de un lugar sagrado. Mediaset Italia ha conseguido los derechos de emisión de esta serie, que se emite por Canale 5, de lunes a viernes de 15,00 a 16.00 horas, la principal cadena privada del país. El estreno de 'Il segreto' obtuvo un 19,8% de share y 2.564.000 espectadores de audiencia media. El primer día de emisión fue líder en su franja horaria. Italia ha sido el último país en estrenar esta serie de Antena3, aunque previamente fue vendida la telenovela a Francia, Ucrania y a las repúblicas que conformaban Yugoslavia. Los culebrones que mueven las bajas inclinaciones del ser humano, repletas de escenas pornográficas, deben desaparecer de todas las parrillas de las televisiones. La audiencia y cuota de pantalla no es lo único que importa. Se deben vivir y respetar los valores humanos y la dignidad de la persona. Clemente Ferrer