Fumarse la vida
Ayer almorcé en un reservado para fumadores de un prestigioso restaurante. Mientras tanto observé los los amenazantes eslóganes que decían: “Fumar provoca cáncer mortal de pulmón”, “Fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor”, “El humo contiene banceno, nitrosaminas y cianuro de hidrógeno”. Estas afirmaciones deberían asustar a los consumidores de tabaco. El fumador olvida esas frases aterradoras y sigue consumiendo pitillos.
Recientemente se ha legislado que las cajetillas de tabaco lleven impresas alguna de las imágenes sobre los efectos nocivos del tabaco. A partir de ahora, las cajetillas mostrarán sin piedad: tumores que devoran gargantas y pulmones, arterias que se obstruyen y cadáveres en espera de una autopsia. También llevarán los siguientes lemas: “Fumar puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa”, “obstruye las arterias y provoca cardiopatías y accidentes cerebrovasculares” o “daña el esperma y reduce la fertilidad”.
Las campañas en contra del tabaco están originando en distintos países, fuertes enfrentamientos entre los ministerios correspondientes y las empresas fabricantes. En Noruega, el Ministerio de Sanidad ha amenazado a diversas empresas por emitir publicidad en la televisión por cable de productos que llevan el nombre de marcas de cigarrillos.
En Canadá han sido los fabricantes de pitillos los que han recurrido ante los tribunales la ley que prohíbe la publicidad del tabaco. Para estas empresas la legislación atenta contra uno de los principios básicos de la sociedad democrática: la libertad de expresión. Por otra parte en Estados Unidos se ha prohibido fumar en el trabajo, restaurantes, bares y organismos públicos.
Se persigue al fumador con una furia que para sí quisiera el más infatigable inquisidor de todos los tiempos. Pero, a la vez, se permiten todo tipo de agresiones a la moral, la convivencia y la buena marcha de las relaciones interpersonales. Cuando las campañas antitabaco hayan logrado desterrar el hábito de fumar, todo apunta a que se seguirá permitiendo la pornografía y la violencia como contenido habitual de los mensajes comunicativos.
Clemente Ferrer
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