La vida de un ser humano debe ser respetada y protegida
La vida es un don que se concede gratuitamente a cada hombre. Por esta razón se le debe respetar y proteger desde su concepción hasta la muerte natural.
Toda vida humana está sustraída a cualquier poder arbitrario que pretenda suprimirla: es intangible, es digna del mayor respeto y de todos los cuidados.
Entre los atentados contra la vida se encuentra el suicidio, un acto decadente, morboso y cobarde. Alejandro Dumas aseveró que: “El mayor de los delitos es el suicidio, porque es el único que no tiene arrepentimiento”.
Japón es el país con el índice más elevado de suicidios del mundo, con más de 35.000 inmolaciones anuales. En el país del sol naciente, una persona se quita la vida cada 15 minutos.
Vivimos en una cultura de la muerte aunque esté oculta tras los ropajes del consumo y del bienestar. Basta profundizar un poco para que esta indigencia moral se presente tal como es, con un egoísmo feroz, una violencia agresiva y el poco respeto por la vida, que es un don divino. Hay que contraponer una “cultura de la vida”, localizada en el regazo de la familia, frente al “imperio de la muerte”.
También el aborto que, en sus múltiples formas, no deja de ser un asesinato. Cinco casos de embarazo. El marido asmático y la madre tuberculosa, tienen cuatro hijos, el primero es ciego, el segundo sordo, el tercero murió en el parto y el cuarto tiene tuberculosis. El embarazo se produjo porque un hombre blanco violó a una niña negra de trece años. Una mujer que ya tiene muchos hijos, dos de ellos han muerto, su esposo está en la guerra y a ella le queda poco tiempo de vida. Un pastor anglicano y su esposa, con problemas económicos muy graves, ya tienen 14 hijos y son realmente pobres. Una joven cuyo esposo no el padre del hijo que está esperando.
Si en estos supuestos se hubiera aceptado el aborto, se habrían quedado sin nacer:
Ludwig van Beethoven, Ethel Walters, Juan Pablo II, Juan Wesley y Jesús de Nazareth.
Y, por último, la eutanasia; el asesinato de ancianos o enfermos desahuciados o inválidos, con el fin de evitarles sufrimientos. Se deben aplicar todos los cuidados paliativos para que tengan un tránsito feliz a la otra vida.
Clemente Ferrer
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