Llanto por la tierra amada
La estrategia del hijo único está presente en China. Periódicamente se exhiben vallas publicitarias que rozan lo extravagante: “Da a luz a menos niños, planta más árboles”, o “Si tienes más hijos de los permitidos, tu familia se arruinará”.
En China la ecografía y el aborto son un cóctel exterminador que se está empleando para prescindir de millones de chiquillas. Ya impera una desigualdad de sexos en el coloso asiático. Habitan 36 millones menos de chicas que de varones, dentro de una población de 1.300 millones de súbditos. Sin embargo, la matanza de pequeñas podría ser mayor porque nacen y mueren sin ser registradas.
Unido a la arraigada jactancia de disfrutar de un primogénito masculino, que transferirá el nombre del progenitor, se encuentra un motivo monetario: una hija al contraer matrimonio se marcha de casa y pasa a integrarse en la estirpe de su marido, mientras que un nacido varón es el puntal en el que se arrellanan el patriarca y su familia.
Sin embargo, el rotativo “Los Angeles Times” muestra una nueva faceta de la cuestión: algunas chiquillas de las que se donan a los orfanatos habrían sido quitadas a sus progenitores a la fuerza o mediante la añagaza, por los imperios chinos de planificación familiar.
El diario asevera que: “El problema hunde sus raíces en la política de control de la natalidad de China, que permite un solo hijo a las parejas de las ciudades y hasta dos a las del campo en el caso de que el primero sea niña. Cada pueblo tiene una oficina de planificación familiar, al frente de la cual suele haber un funcionario leal al Partido Comunista con poderes para ordenar abortos o esterilizaciones”.
El reportaje de “Los Angeles Times” ha desencadenado varios estudios sobre esta cuestión. Últimamente, The Times y la BBC News divulgaron sendos artículos en los que probaban más casos de pequeñas chinas decomisadas por las autoridades y cedidas en adopción.
“Una niña es un amor hecho visible”, afirmó Friedrich von Hardenberg.
Clemente Ferrer
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