Aumenta el desajuste entre ricos y pobres
El ejercicio de la libertad es propio de todo hombre, es inseparable de su dignidad de persona humana. Este derecho debe ser respetado, en el campo moral y religioso. Civilmente debe ser reconocido y tutelado, dentro de los límites del bien común y del justo orden público.
Por la dignidad moral del hombre, éste no puede ser forzado a obrar contra su conciencia el en el campo religioso, dentro de los límites del bien común.
Por bien común se entiende el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible, el logro de la propia perfección y supone el derecho a la promoción de los derechos fundamentales de la persona, el desarrollo de los bienes espirituales y temporales de la persona y la sociedad, y la paz y la seguridad de todos.
La realización más completa del bien común se verifica donde se defienden y promueven el bien de las personas y de las instituciones, sin olvidar el bien universal de la familia humana.
Todo hombre participa en la realización del bien común, respetando las leyes justas, cuidando la propia familia y el compromiso en el propio trabajo. Por otra parte, todos deben tomar parte activa en la vida pública.
El concepto de bien común ocupa un lugar relevante en la filosofía social, política y económica clásica, cayó en desuso en la modernidad y ha vuelto a reaparecer, tímidamente, aunque con sentidos muy distintos, y a menudo, confusos.
La definición de bien común Aristotélico-Tomista afirma que: “Es el conjunto de condiciones sociales que hacen posible y favorecen en los seres humano el desarrollo integral de sus personas”.
Por último la Constitución de 1980, en su artículo 1° asevera que: “El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común. Debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto de los derechos y garantías que esta Constitución establece”.
El bien común debe estar por encima del bien particular, ya lo afirmaba Agustín de Hipona al aseverar que: “lo que sobra a los ricos es patrimonio de los pobres”.
Clemente Ferrer
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