Shakespeare y la Biblia
En Estados Unidos más del más del 90 por ciento de los legisladores federales se definen como cristianos. Es decir, que el Congreso es proporcionalmente más católico que Estados Unidos. Y se nota en sus discursos, llenos de referencia a la Sagrada Escritura. Sin embargo, solo uno de cada tres estadounidenses sabe el nombre de los cuatro evangelistas y uno de cada diez piensa que Juana de Arco era la mujer de Noé.
La ignorancia religiosa es un problema cívico, con consecuencias políticas. ¿Cómo pueden participar los ciudadanos en debates sobre el aborto, la eutanasia o la pena de muerte, sin saber nada de la Biblia? Sobre todo cuando los demagogos anticlericales apelan a la conciencia de los ciudadanos proclamando –muchas veces de forma incorrecta– que la Biblia dice esto o aquello sobre la guerra, el aborto o la homosexualidad.
La solución pasa por enseñar más religión en la escuela. Pero no bastará con recordar que Jesús nos ama o que debemos hacer el bien y evitar el mal. Es necesario conocer la vida de los grandes personajes y las historias bíblicas, así como el trasfondo bíblico en la literatura y en la historia. Porque sin estos conocimientos los alumnos serán incapaces de entender las más de 1.300 referencias bíblicas que aparecen en Shakespeare.
Con la enseñanza de la religión todos ganan. Sobre todo los jóvenes, la vida pública y la convivencia ciudadana.
CLEMENTE FERRER ROSELLÓ
Presidente del Instituto Europeo de Marketing, Comunicación y Publicidad
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