Fanáticos y cobardes
Un sacerdote católico, claramente identificado como tal, por prescripción facultativa debe andar un par de horas cada día, por un pequeño problema cardiovascular. En ese transitar cotidiano se suele encontrar con personas que lo detienen y le cuentan auténticos dramas. Problemas que, aparentemente, no tienen solución. Tragedias que intenta solucionar dando el consejo oportuno.
También, unas mil parroquias de la Iglesia de Inglaterra, están meditando secundar el anuncio consumado por cinco obispos anglicanos de integrarse en la Iglesia Católica mediante su incorporación al Ordinariato Inglés. Se trata de una estructura católica prevista por el Vaticano para amparar a los anglicanos que se someten la plena comunión con Roma y desean conservar la mayor parte de su liturgia y tradiciones.
En cambio, en otros lugares, la Iglesia Católica es atormentada. En Camboya fue desterrado el obispo Yves Ramousse y se vetó la práctica de todo tipo de religión. Su sucesor José Chhmá fue encarcelado en un campo de concentración en el que agonizó de enflaquecimiento por la carencia de alimentos. Según el catedrático de Historia, Andrea Riccardi, en el siglo XX hubo 29 millones de mártires: “Más del doble de todos los mártires cristianos habidos a lo largo de los diecinueve siglos anteriores”.
Por último, en una iglesia de Bagdad fueron acribillados cerca de 50 cristianos a manos de los agresores que, tiraban también contra los crucifijos, las imágenes y acuchillaban a niños en los brazos de sus madres. Los verdugos han aseverado que lapidarán a todos los secuestrados si no se pone en libertad a todos los encarcelados de Al Qaeda, enrejados en Irak y Egipto. “Los activistas que integraban el grupo se inmolaron haciendo estallar los cinturones de explosivos que portaban y que estaban cargados con bolas de metal para matar a todas las personas que estaban a su alrededor”, declaró Husein Nahidh, oficial de la policía.
Se han mofado y escarnecido a una religión que para más de mil millones de creyentes es su vida. Sólo los fanáticos cobardes ejecutan estas crueldades.
Clemente Ferrer
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