Sin niños no hay innovación
El descenso de los índices de natalidad en un número cada vez más creciente de países, es el acontecimiento demográfico del siglo XXI.
Todos los países europeos y muchos asiáticos (China incluida) tienen la fecundidad por debajo de 2,1 hijos por mujer, el mínimo para asegurar el reemplazo generacional. En total 70 países, donde vive la mitad de la población mundial.
Hong Kong, con menos de un hijo por mujer, Japón, Rusia, Italia y España ostentan el triste récord de poseer los índices de natalidad más bajos del mundo: poco más de un hijo por mujer.
Ahora tocaría hablar de la necesidad de emigrantes de todos estos países para pagar las pensiones de su creciente número de jubilados y la hemorragia financiera de los gastos sanitarios.
Pues no. Me voy a referir a una consecuencia negativa del descenso de natalidad en la que pocos reparan. Según Gary Becker “la reducción de la población disminuye la innovación porque la gran mayoría de las nuevas ideas proceden de científicos e inventores menores de 50 años, y a menudo mucho más jóvenes”.
La demanda depende de la renta por habitante. También del número de personas que puedan beneficiarse de los nuevos bienes de consumo, de los avances médicos e innovaciones tecnológicas. “Esto depende del tamaño de la población y, posiblemente, de su distribución por edades”, afirma el Nobel de economía.
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