Embriones escogidos para la muerte
El Congreso de los Diputados aprobó la Ley de Reproducción Asistida por la que se logran fecundar “bebes medicamento” para atender a un consanguíneo doliente y que la ley apoda “diagnóstico genético preimplantacional con fines terapéuticos para terceros”. Esta práctica se evaluará, caso por caso, por la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida.
Otra novedad de la ley es la supresión del tope de tres ovocitos a introducir en cada período de reproducción asistida. También predice todos sus posibles destinos; podrán ser dados a otras parejas que anhelen tener hijos, podrán ser utilizados para la indagación o bien, simplemente aniquilados.
El obispo de Plasencia, Amadeo Rodríguez Magro, afirmó que “no se puede mejorar la vida de algunos destruyendo la de otros”. “La Iglesia, dijo, no ignora que su posición ante esta norma es una lucha “contra corriente y contra gigantes en el poder, que no en la razón”. El prelado reiteró la apuesta “por la vida” de la Iglesia.
A los reproches se juntaron el Foro de la Familia, para el que el cambio legal supone “un enorme retroceso, ya que subordina la vida del embrión a meros intereses económicos o de manipulación”.
Durante la intervención del Santo Padre, Benedicto XVI, ante el congreso sobre el embrión humano explicó que “el amor de Dios no hace distinciones entre el ser humano recién concebido y que se encuentra en el seno materno, y el niño, o el joven, o el hombre maduro o el anciano, porque en cada uno de ellos ve la huella de la propia imagen y semejanza”. “Este amor sin confines y casi incomprensible de Dios por el hombre muestra hasta qué punto la persona humana es digna de ser amada por sí misma”.
CLEMENTE FERRER ROSELLÓ
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