Sunday, February 08, 2009

La agonía de la eutanasia

La agonía de la eutanasia
Los que defienden la legalización de la eutanasia desean basar en un acto libre y voluntario la petición de ayuda para morir. Y esta petición crearía un derecho: el derecho a morir, universal y real, que es el que se reivindica.

En el caso de una petición de eutanasia, “la vida y la muerte no se presentan como dos opciones igualmente abiertas por el simple hecho de que la vida no puede contemplarse como una solución al dilema. La muerte se impone al ánimo del individuo, y éste, teniéndose por libre, se precipita hacia la única salida que tiene por delante”. “La petición de muerte –prosigue Axel Kahn– emana siempre de una persona para la que la vida se ha vuelto insoportable, y que estima que no tiene otra opción que la de interrumpirla. Eso es exactamente lo contrario de la libertad”.

Maryannick Pavageau ha testimoniado que las personas no formulan peticiones de muerte más que en momentos de desesperación que está “ligada a un fenómeno de soledad”; agravada ésta, ha explicado Joël Pavageau, por el hecho de que “estas personas se consideran a veces un estorbo para quienes las rodean”.

La Dra. Marie-Hélène Boucand, coordinadora médica en la Asociación Francesa del Síndrome de Ehlers-Danlos, ha mostrando el efecto de arrastre que tuvo la demanda de muerte formulada por Chantal Sébire sobre Clara Blanc, joven de 31 años enferma. “La asociación ha señalado la repercusión involuntaria, pero ciertamente real, de estas demandas de suicidio asistido sobre los enfermos que sufren la misma enfermedad”.

A este debilitamiento de la voluntad de la persona corre el riesgo de añadirse el de su entorno. Según la Dra. Boucand, cuando el sufrimiento experimentado por el enfermo pasa a desesperar a su entorno o a la institución que lo tiene a su cargo, “y el ‘no puedo más’ se convierte para todos en un ‘es insoportable’, la única salida lógica para la persona que sufre es, entonces, desaparecer. Es una elección que podría incluso imponerse progresivamente al entorno y a la sociedad, que, bajo el ambiguo argumento de la compasión, acabará aceptando o proponiendo que se suprima a la persona para suprimir su sufrimiento”. Cualesquiera que sean las circunstancias, pesará para siempre la sospecha de que esta “ayuda a morir” ha sido en realidad el asesinato de una persona vulnerable.

Suzanne Rameix, catedrática del departamento de ética médica de la Facultad de Medicina de Créteil, ha subrayado la diferencia entre el rechazo de un tratamiento por parte del enfermo y la petición de que se le suministre una sustancia mortal. “En el primer caso, se trata del rechazo a que un tercero haga algo sobre mí: en el segundo, se pide que un tercero haga algo sobre mí.

El que reclama el derecho a morir ¿habrá medido los efectos que su demanda seguirá teniendo cuando él ya no esté? Es propio de la responsabilidad de la persona no hacer abstracción de la vulnerabilidad de la sociedad que quiere abandonar ni del futuro así debilitado de los seres de los que se separa. (Fuente; ACE Prensa).

“Confirmo que la eutanasia es una grave violación de Dios en cuanto a la eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Semejante práctica conlleva a la malicia propia del suicidio o del homicidio”, afirmó Juan Pablo II.

CLEMENTE FERRER ROSELLÓ

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