Monday, April 07, 2008

Donar la propia vida

Donar la propia vida

En una policlínica de Stanford conocí a una chiquilla, bautizada con el nombre de Ana María, que padecía una insólita dolencia. Su única posibilidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su fraterno de cinco añitos, que había persistido a al mismo padecimiento y había aumentado los antídotos precisos para rechazar la enfermedad.

El médico le interpeló si estaba pronto para dar su sangre a su fraterna, titubeó un momento y aceptó: “Sí lo haré, si eso favorece a Ana María”.

Mientras la transfusión él estaba tumbado al lado de su hermana y gozoso. Entreviendo retornar el semblante a los mofletes de la fraterna, la cara del chiquillo se puso cadavérica y su risita se marchó. Divisó al médico y con dicción trémula le interpeló: “¿A qué hora comenzaré a fallecer?”.

Siendo tan sólo un crío de cinco años no había entendido al médico; el cavilaba que le cedería toda su sangre a su pequeña hermana. Y aún así se la donaba.

“El que con daño propio realice una noble y generosa acción merece llevar una corona más espléndida que quién haya vencido en mil batallas”, afirmó Pomfret.

CLEMENTE FERRER ROSELLÓ

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