CONTRA LA EPIDEMIA TELEVISIVA
La violencia, la cruda morbosidad y el sexo por el sexo se han convertido en los pilares de no pocos programas destinados a una parte importante de su público y que ofertan las diversas emisoras. La competitividad televisiva no se ha basado en una programación seria y responsable, sino en la atracción del público con unos contenidos banales, groseros ordinarios, que están en la frontera de lo éticamente permisible, cuando no la traspasan. Es la “televisión basura”, en la que se busca el crecimiento de la audiencia a través de la provocación directa de los instintos, las pasiones y los sentimientos del telespectador.
De esta forma, una subcultura pobre y deformadora acaba por llenar nuestras pantallas. Y esto no es ni lo correcto ni lo deseable. Y la publicidad, la gran financiadora de las cadenas, contribuye con demasiada frecuencia a la emisión de algunos spot realmente intolerables, que invaden hasta el último resquicio de la conciencia personal.
Con la aparición de las televisiones privadas se abrió en España, hace ya mucho tiempo, una senda hacia la esperanza, un camino que rompía el monopolio estatal de la comunicación televisiva. Las nuevas cadenas se presentaron ante los espectadores como una importante alternativa para facilitar una televisión más abierta, más libre y realizada desde la pluralidad y la diversidad. Todo ello sigue siendo verdad y la información de las cadenas privadas es una ventana abierta al mundo desde las distintas perspectivas que animan sus respectivos proyectos informativos.
Pero no todo es información y la lucha por la audiencia no se hizo esperar. Las diferentes cadenas por alcanzar una cuota más amplia telespectadores, compiten en una desenfrenada carrera, en la cual necesitan los más diversos apoyos. Y al parecer todo es válido para obtener el mayor número posible de audiencia.
Es necesario poner los medios pertinentes ante la epidemia de vulgaridad y erotismo que nos inunda. Todo lo demás, desde la indiferencia hasta la permisividad, son posturas perjudiciales y dañinas que sólo degradan al telespectador, porque alientan el consumo de la “telebasura”
Clemente Ferrer Roselló
Presidente del Instituto Europeo de Marketing, Comunicación y Publicidad
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