La batalla por la audiencia televisiva no conoce límites. Las distintas cadenas de televisión estadounidenses luchan con todos los medios que tienen a su alcance con el objetivo de privar de telespectadores a la competencia. Por ello, las grandes cadenas incrementaron los programas sensacionalistas, el erotismo, el material atrevido..., todo cuanto roza los límites de lo permitido y lo permisible. Pero pronto llegó la reacción de algunos anunciantes que decidieron retirar su publicidad de aquellos programas que atentaban contra la moral, las buenas costumbres y los principios de la libertad y la convivencia. Para estos anunciantes estadounidenses las cadenas de televisión habían llegado demasiado lejos en su intento de ganar audiencia. Está claro que el medio televisivo camina hacia el mal gusto, la vulgaridad, la ordinariez y la mediocridad a pasos agigantados. La violencia, el sexo, el morbo por la vida privada, la inexistencia de los más elementales valores morales, éticos o sociales. Y todo ello fundamentado sólo y exclusivamente en un objetivo de crecimiento, en una búsqueda cada vez más radicalizada de la rentabilidad. Y la publicidad ni debe ni puede ser cómplice de todo ello. La publicidad tiene que exigir, como lo hace para sus propios anuncios, el cumplimiento de un cierto código ético en todos los espacios donde se vayan a emitir sus spots. Sería caer en un error suponer que todos los programas son perniciosos, que no pueden emitirse para el ciudadano de hoy, desde los presupuestos y las opciones actuales. Sólo se quiere recordar que existe una frontera entre lo correcto y lo incorrecto, lo público y lo privado, lo violento y lo no violento, lo moral y lo inmoral. Y que ese límite no puede ser traspasado por respeto a todos los públicos, pero mucho menos en aras, de una mayor competitividad comercial. Porque esto sí que sería mal gusto televisivo.
CLEMENTE FERRER ROSELLÓ
Presidente del Instituto Europeo de Marketing, Comunicación y Publicidad
Pantoja, 14
28002-Madrid
NIF 20285521 G
Tel 914137873
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The battle for the TV audience does not know limits. The several American TV networks fight with all the means they have to deprive competition of televiewers. For that reason, the big networks increased the sensationalists programs, the eroticism, the bold material…, all whichever borders the limits of the allowed and the permissible. But soon arrived the reaction from some advertisers who decided to retire their publicity of those programs that attempted against the moral, the good manners and the principles of freedom and coexistence. For these American advertisers the TV networks had arrived so far in their attempt to gain audience.
It is clear that the television means walk with huge steps towards the bad taste, the vulgarity and the mediocrity. The violence, sex, morbid fascination for private life, the nonexistence of the most elementary moral, ethical or social values. And all it based only and exclusively on an objective of growth, on a radicalized search, more and more, for profitability. And the advertising neither must nor can be accomplice of all it. The publicity must demand, since it does for his own announcements, the fulfillment of a certain ethical code in all the spaces where they are going to emit their spots. With the actual budgets and options, it would be a mistake to suppose that all the programs are pernicious and cannot be emitted for the citizen of today.The only intention is to remember that there is a borderline between right and wrong, public and private, violent and nonviolent, moral and immoral. And that limit, for the respect of all the public, cannot be crossed, even in the name of a greater commercial competitiveness, because then, this would be a bad TV taste.
CLEMENTE FERRER ROSELLÓ
President of the European Institute for Marketing, Communication and Advertisement
Pantoja, 14
28002-Madrid
NIF 20285521 G
Tel 914137873
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